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27 febrero, 2012

¿ES JUSTO EXIGIR LOS MISMOS APRENDIZAJES A TODO EL ALUMNADO EN EL MISMO TIEMPO?

Cuantas veces hemos oído decir a un profesor no puedo entretenerme en otras cosas, si me descuido no terminaré el programa o aquel profesor que se jacta de haber terminado el programa, que a veces no es otra cosa que el libro de texto, en el mes de abril, lo que le permitirá volver a darle otra vuelta. Parece que el objetivo más importante de la educación sea terminar el programa o lo que es lo mismo el libro de texto.

Objetivo que muchas veces convierte la enseñanza en una carrera de fondo sin pensar que, a veces, no todos los corredores tienen la misma velocidad ni el mismo ritmo convirtiéndola al final en una educación acelerada.  Lo que deja por el camino a los que no pueden seguir ese ritmo acelerado. Ya que como demuestra la evidencia solo una parte del alumnado puede seguir es ritmo. ¿ Que le espera al alumnado considerado lento?, que  pasarán a engrosar la lista de los retrasados, repetidores y finalmente la del fracaso escolar.

Esta obsesión por el programa y sobre todo por terminar el programa contra viento y marea, en el tiempo previsto, va en contra del aprendizaje. “las actividades de aprendizaje son acciones que necesitan su tiempo para realizarse”[2] El aprendizaje necesita de tiempo para entender, relacionar e interiorizar. Todos sabemos que cada niño tiene su propio ritmo de aprendizaje. Sin ese tiempo, los aprendizajes se convierten en superficiales y volátiles. Cuantas veces hemos comprobado, tanto desde el profesorado como de las familias, como al poco tiempo del examen o evaluación correspondiente se han esfumado una parte importante de lo que se suponía que se había aprendido. Lo que demuestra que se ha estudiado para el examen no para aprender.  La gravedad de esta situación radica en que es la misma escuela la que fomenta este tipo de aprendizajes.

En una enseñanza por competencias la escuela no puede seguir colgada al libro de texto sino que requieren aplicaciones prácticas. [3]“El aprender haciendo es un concepto que siempre ha existido.  John Dewey, que era un gran defensor del aprender haciendo, en 1916 se lamentaba de que había estado intentando cambiar la metodología de aprendizaje en las escuelas y que nadie le hacía caso, y después añadía: quizá es porque yo sólo lo digo La única manera de saber cómo hacer algo es haciéndolo". Un padre enseña a su hijo a caminar, andar en bicicleta, jugar al fútbol o manejar un auto de una manera práctica; primero mostrándole y luego dejándolo probar por su cuenta, como si fuera un aprendiz de oficio.

Mientras la escuela siga anclada a este modelo de aprendizajes y exija a todos los niños y niñas los mismos aprendizajes en los mismos tiempos está cometiendo una injusticia. La misma que se cometería si hacemos una carrera con todo el alumnado de la clase exigiéndoles que a todos que lleguen al mismo tiempo a la meta.  Es necesario empezar a considera la importancia del tiempo como valor esencial en la educación y adecuar los aprendizajes a los tiempo que cada niño y niña necesita. Porque la escuela pública de la igualdad de oportunidades, de la diversidad e inclusión si quiere ser justa no puede seguir tratando a todo el alumnado desde la homogeneidad. Porque en ese caso seguirá creando desigualdades en el proceso.

Este modelo de escuela obsesionada por los programas, los exámenes, la competitividad y la homogeneidad y que no tiene en cuenta la diversidad del alumnado, sus ritmos de aprendizaje y el tiempo necesario para el aprendizaje de todos, origina, consciente o inconscientemente, el germen del fracaso escolar a una parte del alumnado .

17 de Febrero 2012
Ginés Martínez cerón
Asociación Ecuación Pública Siglo XXI



[1] Joan Doménech. Elogio a la educación lenta. Ed. Graó
[2] Gimeno Sacristán. El valor del tiempo en educación.
[3] Roger Schank. Reflexión de sobre el aprendizaje y la enseñanza, entrevista realizada por Eduard Punset

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