El sistema educativo español se rige por la edad cronológica y no evolutiva del alumno. No contempla que un niño nato en diciembre progresa más lento y que peligra su autoestima
En 2010 por estas fechas muchas
parturientas confiaban en dar a luz antes del 31 de diciembre. La fecha límite
para cobrar los 1.500 euros del desaparecido cheque-bebé. Ese aliciente
económico ha desaparecido en 2011, pero lo que continúa es una leve
preocupación: ¿Haber nacido a finales de año le pasará factura a mi hijo en su
formación? ¿Sería mejor que estuviese escolarizado con los niños de 2012?
Distintos estudios por todo el mundo indican que el calendario puede influir en
los resultados académicos, pues los más pequeños del año arrastran un déficit
evolutivo relativo que disminuye a medida que crece.
“En niños de infantil se suele notar bastante la diferencia en lo intelectual y en lo físico, pero no es el único condicionante. Las niñas son más espabiladas y el que se hayan escolarizado pronto influye. Cada niño es un mundo”, afirma Germán Caballero, profesor de primaria en Valladolid. La clase social del estudiante, la profesión de sus padres o la estructura de su familia son también factores socioculturales que contribuyen para bien o para mal en los resultados académicos, según concluyen Juan Jesús Fernández y Juan Carlos Rodríguez en Los orígenes del fracaso escolar en España (2008).
Los tardíos acaban por decantarse más por estudios medios
Que la edad sí tiene un efecto
apreciable y bastante consistente en los diversos países da cuenta el tan cacareado
y polémico informe PISA. En ciencias, por ejemplo, hay un contraste en España
de 18 puntos (497/ 479, ver gráfico) entre los extremos del año. “La diferencia
entre países no es uniforme, aunque es bastante regular, y si bien sería
difícil afirmar que hay sistemas escolares que amplifican o atenúan la
influencia de la maduración de los alumnos sobre los resultados PISA, tampoco
sería fácil negar esa posibilidad”, afirma Julio Cabaña, catedrático de
Sociología de la Universidad Complutense en Las diferencias entre países y
regiones en las pruebas PISA (2006).
“El problema del sistema educativo en España es que se rige por la edad
cronológica y no evolutiva”, se lamenta Paqui Escobero, de la Asociación
Profesional de Orientadores de Extremadura. “Al ingresar en primaria a un niño
que ha nacido 10 meses antes que otro no podemos pedirle avances curriculares
iguales —la prescritura y la prelectura— y de autonomía, como atarse los
cordones cuando no tiene la misma motricidad en las manos”.
En España, cuando comienza el curso en septiembre, están obligados a
matricularse en primero de primaria (seis años) todos los alumnos nacidos
durante ese año natural. En otros países solo empiezan los que ya han cumplido
los seis (en Suecia a los siete), quedándose así cada generación partida en
dos. Es el caso, entre otros de Austria, República Checa, Suiza, Irlanda,
Países Bajos o Rusia.
Sufren una
débil penalidad salarial del -1,5%”, según un estudio francés
“Probablemente antes se notasen
más las diferencias, pero no ahora que, como las madres trabajan, los niños van
a la guardería desde los meses y están más estimulados”, considera Jorge Plaza,
que enseña a 17 niños de primero de infantil (tienen tres años). Aunque luego
afina su declaración y enumera detalles: les falta picardía, no saben mentir y
prestan menos atención, fundamental para aprender”.
Los tardíos, calculan en el britanico Institute for Fiscal Studies,
tienen el 72% de posibilidades de que le consideren un alumno con necesidades
educativas especiales. “No hay que etiquetar a los alumnos por cuándo han
nacido. Pero sí que, mediante prueba, hay que conocer la madurez intelectual y
emocional del estudiante. Si se detectan carencias, hay que establecer vías de
entendimiento para potenciar sus capacidades intelectuales y sus habilidades
sociales. Es la forma de que el niño no se desmotive y tenga un buen
rendimiento escolar”, explica Pedro Santamaría, portavoz del Colegio de
Pedagogos y Psicopedagogos de Madrid. Los siete años es la edad idónea para
detectar el déficit, piensa, pues entonces se complican los contenidos. “Con
sentido común se tienen que implicar el claustro de profesores, los padres y el
departamento de orientación. No hay que actuar de primeras porque un niño haya
nacido en diciembre”. Santamaría, que ha trabajado en equipos de orientación,
reconoce que se ha enfrentado a varios casos de padres angustiados que se
planteaban que repitiesen. “Muchas veces, niños con grandes capacidades intelectuales
han terminado en Garantía Social —cursillos para adolescentes que no han
aprobado el graduado escolar— porque no se les ha tratado en su momento”.
Hay quien propone tomar medidas incluso antes. “Un niño de 3 años nacido
el 1 de enero y otro del 31 de diciembre no solo se llevan un año, sino un
tercio de vida”, recuerda Juan Antonio Planas, presidente de COPOE
(Confederación de Organizaciones de Psicopedagogía y Orientación de España). Y
si a eso unimos, dice, que este último sea varón, de origen inmigrante o
familia desestructurada las posibilidades de fracaso escolar aumentan. “Por eso
animo a que algunos niños de primero de escuela infantil (tres años) repitan
curso porque el problema va a más. Es un círculo vicioso. Progresan más lentos
y eso merma su autoestima, sobre todo la lecto-escritura, en un momento en el
que la constancia y las expectativas de éxito son fundamentales para que
mejoren”, sostiene Planas, también presidente de la Asociación Aragonesa de
Psicopedagogía.
En Suiza o
Irlanda se deben tener seis años para poder arrancar el curso
“Hay que ser más flexible,
actuar en secundaria es demasiado tarde. Ahora pueden repetir desde segundo de
primaria. Antes solo si la inspección da el visto bueno a un informe sobre un
alumno de necesidades educativas especiales de los orientadores”, continúa
Planas, el único orientador en un instituto con 1.2000 alumnos.
El Instituto Vasco de Evaluación e Investigación Educativa (ISEI-IVEI)
ha constatado que el 15% de los nacidos de enero a marzo ha repetido en Euskadi
algún curso al llegar a 2º de ESO (14-15 años), frente al 25% de los alumnos
del último trimestre. En 4º de primaria (9 -10 años) las diferencias de
conocimientos en matemáticas son evidentes: los mayores consiguen una
puntuación de 260/300, mientras que los pequeños 246/300. Con el
tiempo las distancias se atenúan hasta hacerse casi imperceptibles. En 2º de
ESO les separan tan solo 4 puntos: 261-257/ 300.
Pese a este estrechamiento de las diferencias, hay algunos estudios que
indican que persisten hasta el fin del bachillerato, en especial en los
ambientes más desfavorecidos. Julian Grenet, profesor del Paris School of
Economics, así lo asegura en ¿La edad de nacimiento influye en las trayectorias
escolares y profesionales? Una evaluación de los datos franceses. No solo
repiten más —35% de los de enero a los 15 años en Francia, frente al 51% de los
de diciembre (ver gráfico)—, sino que la edad condiciona su futuro. No
abandonan más los estudios, pero optan más por los ciclos de grado medio —tres
puntos más, con una media del 30%— y, por consecuencia, sufren “una débil
penalidad salarial pero estadísticamente significativa (-2,3% los hombres y
-0,7% las mujeres)”. Grenet ha llegado a esta conclusión analizando el
porcentaje de diplomados medios entre los nacidos de 1945 a 1965 por trimestres
y el gráfico perfilado en dientes de sierra no deja dudas.
¿Cómo solventar esta desventaja? Maria Gutiérrez Dòmenech —que revela
también en Factores determinantes del rendimiento educativo: el caso de
Cataluña (La Caixa, 2009) que los menores consiguen peores resultados el
conocimiento global, lengua catalana y actitud escolar— propone la
“organización de tutorías especializadas o la creación de mayor número de
cursos para que los intervalos de edad fuesen menores”.
Ya en algunas escuelas infantiles separan a los alumnos por meses. “Soy
totalmente partidaria. De hecho, y a pesar de tener a niños de edades muy
similares (como mucho la diferencia es de 5 meses), a la hora de trabajar los
divido en grupos pequeños según su maduración, de esta forma, tiene una
educación más personalizada”, cuenta Nerea López Vergara, maestra en una
escuela infantil de Valladolid.
Plaza,
docente en la pública, es detractor. “Lo hacen las escuelas privadas para
diferenciarse, para publicitarse, pero no tiene sentido. Se aprende por efecto
contagio. Los niños no quieren ser diferentes del resto y repiten conductas. Si
yo pongo a uno de modelo los otros lo siguen”.
Algunas escuelas infantiles
separan a los niños por trimestres de edad
Kelly Bedard y Elizabeth Dhuey, del departamento de Economía de la
Universidad de Santa Bárbara, aseguran que los jóvenes tardíos de Estados
Unidos y Canadá tienen menos posibilidades de acceder a la universidad. Por eso proponen agrupar antes a los estudiantes
por aptitudes en The Persistence of Early Childhood Maturity: International
Evidence of Long-Run Age Effects (2006).
Finlandia y Dinamarca lo aplican en la educación primaria. En el colegio
Escandinavo de Madrid, por ejemplo, no aspiran a alcanzar “metas específicas
por semestre”, sino que otorgan “flexibilidad a los profesores para conseguir
las metas de acuerdo con la madurez de cada niño”. Por ese motivo a menudo “hay
unos en una clase trabajando con el mismo tema pero a niveles diferentes”, explican
en su ideario. En el colegio Japonés de Madrid, que no llega a la treintena de
alumnos, también se tiene en cuenta la madurez de cada uno. No hay suspensos y
recuperaciones, se les puntúa del 1 al 5 para evaluar su evolución y, si lo
necesitan, destacar qué ayuda necesitan. Los mejores ayudan a los rezagados.
A Escobero, que orienta a niños de educación infantil y primaria en
Castuera (Badajoz), le gustaría tomar nota: “En España también la educación
debería ser personalizada, que no individualizada, porque aprendemos
relacionándonos y observando a los otros. Si un niño está suficientemente
estimulado no tienen por qué notarse tanto las diferencias de edad”.
Para conseguirlo, aconseja escolarizar pronto a los niños nacidos a
finales de año o al menos socializarlos yendo al parque o quedando con otros de
su edad. Y, en su casa, estimularlos con música, hablándoles o con juegos.
“Hasta los seis años no atendemos con apoyo a niños que tengan un atraso en el
habla porque entendemos que cada uno tiene un desarrollo”, comenta.
Pablo nació el 5 de septiembre pero nadie lo diría. Es conocido en su
colegio como “Pablo el que lee”. No es para menos. A sus cuatro años el niño,
que perezoso tardó en andar, es el único de su clase capaz de leer. Curioso,
quiso aprender y hoy hojea el menú en los restaurantes o juega al ahorcado.
“Siempre hemos estado pendientes de él. Desde pequeño le leíamos por la noche y
si cambiábamos el final nos corregía. También le hemos incitado mucho a
hablar”, cuenta su padre, Javier Rojas, que cumple a la perfección los consejos
de Escobero.
En sus conclusiones Grenet plantea lo siguiente: “Ya que no elegimos la
fecha de nacimiento, sería deseable que el sistema educativo proveyese algunos
mecanismos institucionales para corregir las desigualdades escolares ligadas a
este factor. Entre las soluciones factibles figura aplicar un coeficiente
compensatorio para enderezar los resultados escolares de los alumnos en función
del mes de nacimiento. Este dispositivo, que debería ser utilizado sobre todo
en primaria permitiría fortalecer la equidad del sistema educativo francés de
una manera simple y poco costosa”. ¿El problema? No es el único condicionante.
Publicado en el País 31 – 12 -2011
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