El PSOE fue incapaz de hacer lo primero porque nunca se atrevió con la rigidez del sistema y el corporativismo del profesorado, al que creía un electorado fiel (!). El PP va a optar por lo segundo porque cuadra con su idea de una sociedad desigual, con seres superiores e inferiores, y se lo pide buena parte del profesorado.
Si
sus proyectos prosperasen tendríamos a dos tercios de los alumnos en
bachillerato a los quince años mientras, a su lado, el otro tercio recibiría su
dosis de formación profesional anticipada o vegetaría a la espera de abandonar.
Quién sabe si combinado con la otra ocurrencia en marcha: separar a un tercio
de los alumnos de bachillerato en una versión de excelencia. En definitiva, la
total reestratificación de las enseñanzas medias al gusto pseudomeritocrático
de quienes quieren creer que son más ricos por ser más listos y esforzados.
La
propuesta ha suscitado otro demonio: ¿querrá el PP introducir por ahí la
concertación de la secundaria posobligatoria, dado que a priori el
primer curso del bachillerato lo estaría pero los siguientes no? Probablemente,
pues hace tiempo que sus Gobiernos madrileño y valenciano despliegan una
agresiva política de privatización, y Rajoy ha puesto el acento en la elección
de centro en el programa electoral y en el debate de investidura. Es razonable
que, si se asume el objetivo de un 85% de jóvenes con secundaria superior, se
garantice de un modo u otro su gratuidad general, pero ni es obligado recurrir
a los conciertos ni es esa la cuestión. Aquí, derecha e izquierda están donde
siempre han estado, y quienes tienen un problema hamletiano son solo los que
querrían librarse de ciertos alumnos pero conservar las plazas de funcionario
que los acompañan.