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14 marzo, 2012

EL AULA ESCENARIO PARA LA CONSTRUCCIÓN COMPARTIDA DEL CONOCIMIENTO

Porque no es lo importante llegar solo ni pronto,                                           
 sino llegar con todos y a tiempo (León Felipe)
                                  
El tiempo escolar es un elemento fundamental en los aprendizajes. Sin embargo, no se le ha prestado apenas atención al considerarlo un aspecto secundario que nada o poco repercute en el aprendizaje. Quizás, por ello no se ha producido un debate en la comunidad educativa sobre los efectos que produce en la calidad educativa su rigidez y fragmentación. La calidad educativa no es otra cosa que un aprendizaje reflexivo e interactivo, dialógico y constructivo entre alumnado y docentes. Todo lo contrario a un aprendizaje efímero, superficial y volátil que se hace para el examen o el control y que una vez terminada la correspondiente prueba se volatiliza.

 Es preciso que la escuela se plantee o lo que es lo mismo, el profesorado y madres y padres, la necesidad de repensar y reestructurar, la organización de los tiempos escolares como tiempos de aprendizaje, no como tiempos de estar en el centro educativo o realizando determinadas actividades que, a veces, llenan el tiempo, pero que producen pocos aprendizajes. Ya que como dice Gimeno Sacristán (2008, p50) Lo estrictamente importante en el tratamiento que se hace del tiempo en la educación no es su duración ni su estructuración, sino lo que en el se hace: es decir, lo importante es su “calidad”.

Además, junto a esta rigidez y fragmentación se encuentra otro gran enemigo para lograr el aprendizaje reflexivo, interactivo, dialógico y constructivo. La aceleración y la prisa que genera una sensación de que faltan horas, cada día se quieren hacer más cosas, que el alumnado “sepa” más, que las horas no se pasen, acabar con el libro en el tiempo prefijado.  Siempre corriendo, con los nervios de punta, para terminar a tiempo. Prisa que Gimeno sacristán (2008) llama velocidad pedagógica. Es necesario cambiar este tiempo que nos presiona, por el tiempo que nos permita saborear, recrearse y disfrutar con la enseñanza y el aprendizaje.  Es necesario volver a recuperar el sosiego, la calma, la lentitud en la educación. Como dice Doménech Francesc (2009) hacer elogio a la educación lenta tiene sentido hoy y aquí en tanto que representa el elogio de un modelo educativo como la pieza clave en proceso de humanización de la sociedad. El tiempo no puede colonizar nuestras vidas y las de la escuela, sino que hay que devolverlo a los niños y niñas y al profesorado para que pueda ser un tiempo vivido plenamente y, por tato, plenamente educativo. Más, antes y más rápido no son sinónimos de mejor, y educar para la lentitud significa ajustar la velocidad al memento y a la persona.

Desde esta perspectiva, el aula debe de convertirse en un espacio de serenidad y dialogo compartido e interactivo, desde donde se activa la capacidad de interrogar y se potencia la curiosidad por descubrir e investigar, para desde el desarrollo personal construir conocimiento.  De esta forma la actividad del aula cobra vida y sentido y deja de ser aprendizaje rutinario, libresco y memorístico. En definitiva, el aula se  convierte en un escenario donde el conocimiento se adquiere no a través de  una transferencia de la información del maestro o del libro al alumnado, sino que es una construcción compartida de todos. Además, en un aula para el aprendizaje y la comprensión no existen las etiquetas de retrasados, lentos ó rápido, torpes porque el respeto a los ritmos de aprendizaje son parte de la filosofía que considera al niño y a la niña protagonista del aula y de sus aprendizajes.

15 de marzo de 2012

Gines Martínez Cerón

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