El cambio operado entre el
segundo borrador de la reforma educativa, en el que no aparece nada sobre la
religión y el tercero confirman la afirmación del Sr. Ministro. Por tanto, cabe
preguntarse ¿qué ocurre en espacio de
tiempo desde septiembre hasta diciembre fecha en que aparece el tercer
borrador? Sencillamente que como la religión es una opción política, los
políticos de turno han decidido, después de negociar con la Conferencia
Episcopal profundizar en la reconversión de las escuelas en agencias de la
Iglesia. De esta forma la Iglesia, al utilizar las aulas como lugares para la
catequesis, dispondrá de una de las redes más completas del país para difundir
sus enseñanzas. Este cambio de actitud no es más que un acto de doblegamiento
del gobierno hacia los obispos par reparar el daño que se le pueda haber
causado, como dice Martínez Camino, por el trato discriminatorio que ha tenido la religión al no tener una alternativa
obligatoria.
A la pregunta al Sr. Wert,
sobre el contenido que se
va a impartir en la asignatura alternativa. La contestación no puede ser más
ilustrativa. Dice el ministro “Es prematura la pregunta
porque aún no están hechos los currículos, pero la idea general es dos
asignaturas en que se hable de culturas y de valores” Lo que confirma, una
vez más, que la alternativa no estaba prevista. Surge sencillamente de los
deseos y presión-negociación de los obispos. Por tanto, lo de menos es su
contenido, lo importante es que exista dicha asignatura para, buscar su
equiparabilidad y visualización la religión en la escuela. Realmente es difícil entender bien, este sin
sentido, que supone que el que uno elija “voluntariamente” religión, al otro se
le “obligue”, se le penalice, se le castigue, a cursar otra asignatura por el
simple capricho de la iglesia. ¿En que se apoya la Conferencia Episcopal para
imponer la alternativa? Si ni tan siquiera, aparece en los famosos Acuerdo entre España y el Vaticano. Por muchas vueltas que se de, no se encuentra
fundamento alguno que justifique dicha alternativa. Sencillamente es y siempre
ha sido un haz que la iglesia se sacó de la manga y que coló y sigue colando.
La única razón sin razón que, siempre han esgrimido los obispos, ha sido la a
de nivelar la carga. ¿Habría algo más injusto, que mientras unos estudian
“voluntariamente” religión otros se vayan de rositas?
La contestación del
Sr. Ministro a la pregunta “y un padre
por qué tiene que elegir entre religión o valores sociales y culturales”
es una muestra más de la artificiosidad
de la alternativa. Dice el Sr. Wert “No sé contestar muy bien a esa pregunta” fabuloso, por su sinceridad. Porque no
hay contestación racional posible. Y continua diciendo el Ministro “Tiene
que haber una zona de intersección entre las dos. Si nos atenemos al concepto de intersección se podría decir que
con la alternativa surge una nueva zona en la escuela, en la que confluyen dos
asignaturas: religión y Valores Culturales y Sociales, para Educación Primaria
y Valores Éticos, en Secundaria. O dicho de otra manera, son dos nuevos
itinerarios cuya intersección da lugar a que se puede, en cualquier momento,
cambiar de itinerario para optar por la religión o la alternativa. Y sigue
diciendo el Ministro Wert” Lo importante es que, según esos acuerdos, el lugar de la religión está en la
optatividad pero que la optatividad tiene que tener algo de contenido y lo
que se llama una asignatura espejo”. ¡Claro, claro!, si la asignatura
optativa no tuviera contenido ¿que sentido iba a tener la religión en la
escuela? Dicho en lenguaje coloquial, la
alternativa, no sirve para nada, su contenido no está en función de las
necesidades del currículum. Simplemente se justifica porque el
lugar de la religión está en la optatividad. Realmente esperpéntico.
No tiene sentido alguno que en la segunda década del
siglo XXI, en el contexto de una sociedad democrática, volver al
nacional-catolicismo imponiendo a las escuelas una alternativa evaluable.
Máxime, cuando esta imposición no tiene justificación posible en un Estado
aconfesional, sino que responde, a la necesidad de corregir, según monseñor Martínez
Camino, el trato discriminatorio que ha tenido la religión al no tener una alternativa obligatoria. Pero a este sin sentido, se añade una irracional injusticia la de que una parte
del alumnado tenga que aprender valores sociales y éticos mientras, la otra parte doctrinas
religiosas. ¿Puede alguien explicar como hoy, en plena democracia, porque la
dictadura, al menos oficialmente ya queda atrás, se pueda concebir que se
obligue a una parte del alumnado a formarse en valores cívicos y éticos,
mientas otros aprenden doctrinas religiosas? Acaso los valores no deben ser una
parte de la formación cívica de todos? Lo que viene a demostrar, una vez más,
que la alternativa tal y como nos la presenta el Ministro Wer es una ficción.
El contexto
democrático y la evolución secularizadora de la
sociedad, deben abrir la posibilidad de abrir un debate, en
el seno de la escuela pública, sobre los conocimientos y valores adecuados para
una educación del siglo XXI. Debate que, entre otras cosas, debería clarificar
algunas confusiones como la de pensar que el que
los poderes públicos garanticen a las familias (articulo 27.3) que sus
hijos reciban la formación religiosa y moral que esté de acuerdo con sus
convicciones, desemboque en que la religión sea una materia que forme parte del
currículo que se imparte en las escuelas. Igualmente, el debate debería
clarificar el sentido sin sentido de una alternativa impuesta. Quizás vaya
siendo hora de que la comunidad educativa se plantee si la escuela pública es
el lugar idóneo para la formación religiosa como sustituyo de iglesias,
sinagogas y mezquitas. Quizás, vaya
siendo hora de plantearse la cuestión si no es un acrónismo que la escuela
pública, sea el lugar adecuado para educar en la religión. Así como si la religión, forzando una
alternativa, tenga que ocupar una parte del horario escolar.
Debate, en el que habría que
plantear y valorar si la escuela pública debe ser una institución científica que,
enseñe matemáticas, lengua, ciencias, y valores cívicos y, librarla así, de
cualquier enseñanza que tenga por objetivo adoctrinar. Igualmente sea necesario
debatir si ante la mediocridad de los resultados en comprensión lectora,
matemáticas, ciencias de los alumnos españoles, tanto en la pruebas Pisa como por otros
organismos, a las que tanto alude el borrador de la reforma educativa, sea
necesario plantearse incorporar las horas de religión a dichas materias. El
último informe realizado por el organismo internacional IEA[2]
sobre cuarto de primaria, es decir, de alumnado de 9 años de edad, no
solamente, están por debajo de la media de la Unión Europea (UE) y de la (OCDE) en Lectura, Matemáticas y Ciencias,
sino que han retrocedido situándose en los mismos niveles que en 1995[3].
Tal y como señala el estudio de las competencias de dichas asignaturas actualmente la religión ocupa 945 horas Educación Infantil y
Primaria y 450 horas en la ESO. Lo que supone que se dedica más tiempo a esta
asignatura que a educación artística o física.
En dicho debate, debería también
plantearse si ya es hora de que la
religión saliera del horario lectivo, ubicando las clases de religión en
horario extraescolar es decir, por la tarde. Con lo que se podrían utilizar
dichas horas para reforzar precisamente las áreas instrumentales. Con lo que no
solo, no se perjudicaría al alumnado matriculado en religión, sino que se le
beneficiaría al poder ocupar el horario escolar para reforzar precisamente las
áreas en las que el rendimiento escolar es más deficiente. Ahora bien, en este
debate es necesario que madres y padres entiendan que el que la religión salga
del horario escolar no va a perjudicar para nada la formación que sus hijos e
hijas necesitan para hacer la comunión.
Sin
lugar a dudas, esta podría ser una estrategia intermedia entre la situación
actual y la futura de sacar la religión de la escuela y devolver la educación
religiosa y la transmisión de la fe a sus lugares apropiados liberando a la
escuela de una obligación residual que le roba, nada más ni nada menos, que 945 horas que se podrían aplicar a otras
asignaturas.
¿Por
qué un debate en y desde la comunidad educativa?
Sencillamente porque si como ha dicho el Ministro Sr. Wert el que la religión
esté en la escuela es una opción política, la única forma de cambiar dicha
opción política es mediante el deseo de los ciudadanos que son, al final de
cuentas, los que deciden con su voto.
20 de diciembre de 2012
Ginés Martínez Cerón
Asociación E. P. Siglo XXI
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