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12 noviembre, 2014

¿POR QUÉ SIGUE VIGENTE EL MODELO EDUCATIVO HEREDADO DE LA SOCIEDAD INDUSTRIAL?


¿Qué pasaría si un día, al abrir la puerta del aula se abriera también la puerta a la curiosidad y la emoción?.  Te imaginas que al abrir la puerta del aula se oyera un ¡ohhhhh! de todo el alumnado, al percibir que allí encuentran algo que de verdad les interesa y que merece la pena. Te imaginas a tus alumnos y alumnas emocionados, tirando por la ventana la desgana, a la apatía y el aburrimiento que tantas veces has visto reflejado en sus caras. Te los imaginas deleitándose y disfrutando con el aprendizaje, compartiendo tareas, participando y argumentando en una tertulia dialógica, investigando a través de un proyecto. Cuestionándose lo que escuchan y ven. Te imaginas en el aula descubriendo la resolución de un enigma e imaginando y creando situaciones nuevas. Te imaginas cuando su mirada te da a entender un nuevo saber que finalmente comprenden y es que emoción y el deleite por aprender son inseparables.


¿Qué pasaría si un día las familias se encontraran la puerta de la escuela un cartel que dijera: “ HEMOS DESPRIVATIZADO LA ESCUELA” : La escuela de todos y para todos está abierta de par en par sin limitaciones, ni restricciones? Te imaginas la emoción de familias y familias corriendo la voz  en la tienda, en el mercado, en la calle,…diciendo la escuela es también nuestra, es del pueblo, es pública. Te imaginas a un grupo de familias diciendo al profesorado del centro ¿qué podemos hacer? ¿Cómo podemos ayudar para que todos los niños y niñas tengan éxito? ¿Cómo podemos hacer para que otras familias alejadas del centro vengan, vean y disfruten viendo como aprenden los niños.

¿Qué pasaría si un día muchas de esas personas entraran en el aula y coordinadas por la maestra ó el maestro se pusieran a colaborar en el aprendizaje  del alumnado? Te imaginas la biblioteca del centro que dejara de ser un almacén de libros y se convirtiera en un espacio lleno de vida donde adultos y alumnos y alumnas leen, refuerzan el aprendizaje, hacen los deberes bajo la guía de un adulto. La riqueza de las interacciones sería tan fabulosa que el aprendizaje se  convertiría en un gozo.

¿Qué pasaría si un día en tu escuela de la que eres profesor o profesora, director o directora, madre o padre de un chico o una chica ocurriera una transformación de estas características?

Utopía, no, realidad, porque hay muchas escuelas que funcionan así y que lograr desterrar el absentismo, el abandono  y fracaso escolar y consiguen el éxito de todos.

¿Te apuntas?. Si tienes un poco de paciencia lee este escrito, quizás sea un poco largo. Pero no hay prisa, léelo en varios momentos y si encuentras algo interesante coméntalo con tus compañeros y compañeras o simplemente piensa en aquellas cosas que te gustaría cambiar en tu aula y centro.

Todos y todas sabemos el salto cualitativo que ha supuesto el paso de la sociedad industrial a la sociedad de la información y los avances, que desde la investigación educativa, se han puesto a disposición de la comunidad. Sin embargo, es una realidad que una mayoría de familias y profesorado, siguen pensando y creyendo, que el fracaso escolar es algo inherente a un determinado alumnado al que no le interesa la escuela. Alumnado, al que se culpabiliza junto con sus familias, de su propio fracaso. Porque, existe la creencia, en la cultura escolar, de que poco o nada puede hacer la escuela para revertir dicha situación. Lo que ha llevado a una especie de resignación, al pensar que existe un porcentaje de alumnado que bien, por falta de capacidad intelectual, falta de esfuerzo, dejación de funciones de la familia y/o procedencia de entornos desfavorecidos están condenados al fracaso.

Pero, ¿Por qué se sigue pensando y actuando de esta manera?  Cuando las evidencias científicas han demostrado, desde hace tiempo, que el modelo educativo, heredado de la sociedad industrial, ya no sirve para educar al alumnado del siglo XXI. Porque, la educación estaba enfocada al aprendizaje necesario para trabajar en las cadenas de montaje de fábricas y empresas. Este modelo que era válido  en un sistema industrial jerárquico basado en trabajos poco cualificados y con pocos cambios en la vida laboral de los individuos. Pero, no se debe de olvidar que la sociedad industrial acabó, aproximadamente, en la década de 1960 dando paso a la sociedad de la información.  Sin embargo, aquel modelo educativo, con algunos retoques, sigue estando presente en la mayoría de las escuelas. Modelo escolar, como afirma, PÉREZ GÓMEZ (2012) en el que primaba la uniformidad y la homogeneidad didáctica, una talla única  para todos, un currículum disciplinar y enciclopédico que ha ido engordando sin limites, de kilómetros y milímetros de profundidad. Un aprendizaje memorístico de datos, hechos e informaciones que hay que reproducir fielmente en los exámenes y un modo de enseñar  basado en la transmisión oral, verbal, de informaciones y una forma de evaluar centrada en la mera reproducción de datos.

 Este modelo educativo ya no sirve porque caracteriza por la individualidad, al considerar al alumnado como único responsable de su aprendizaje. Así pues, al considerar el aprendizaje desde una perspectiva individual, las interacciones, elemento nuclear del aprendizaje, se ignoran. De ahí, la frecuencia en las aulas de: ¡por favor silencio!. ¡Callad! O incluso carteles con” prohibido hablar en clase”. Y es que, las  interacciones en el aula tradicional no se consideran un aspecto esencial del aprendizaje.

Este modelo educativo ya no sirve porque provoca aburrimiento. ¿ Quién no se va a aburrir encerrado horas y horas entre cuatro paredes, escuchando, a un profesor tras otro, explicaciones que apenas tienen sentido, por ser fragmentarias y desconectadas de la realidad e intereses del alumnado. Quién no se va a aburrir  si  cada 50 minutos hay que cortar lo que se está haciendo para pasar a escuchar otro fragmento de otro profesor, sin conexión alguna con lo que han escuchado en la clase anterior y,  así un día y otro día… ¿Qué pasión puede despertar una enseñanza que no emociona, que no despierta interés, que no motiva para descubrir, crear ,investigar… y, que sigue recluida en el aula como si el aprendizaje no tuviese conexión con el contexto donde vive el niño y la niña, con las redes sociales, en definitiva con la sociedad. Como demuestran las principales investigaciones educativas de la comunidad científica, el aprendizaje de los niños y niñas no depende solo de lo que ocurre en el aula, sino también de lo que ocurre en la calle, en la casa, en la televisión, y en cualquier ámbito en el que se desenvuelva el niño y la niña.

 Este modelo educativo ya no sirve porque ha disociando la emoción del intelecto. Esto ha llevado a potenciar de forma exponencial el desarrollo cognitivo, dejando en segundo plano, de los procesos de enseñanza- aprendizaje, los aspectos emocionales ¿Acaso  cabeza y cuerpo no son una misma cosa? Las emociones como afirma MORA[1] (2014) encienden y mantienen la curiosidad y la atención y con ello el interés por el descubrimiento de todo lo que es nuevo. Porque nadie puede aprender nada, y menos de una manera abstracta, a menos que aquello que se vaya a aprender le motive, le diga algo que encienda su curiosidad o el deseo de aprender cosas nuevas.

Este modelo educativo ya no sirve porque produce fracaso escolar. No se puede olvidar que fruto de este modelo educativo se viene arrastrando año tras año, un fracaso  escolar sin apenas  variaciones.  Y un porcentaje de repeticiones escandaloso. Repeticiones de curso que según la OCDE condicionan la alta tasa de fracaso y abandono posterior y cuyo  elevado número de repetidores afecta negativamente a los resultados.. ¿Pero qué hace la escuela con este segmento de alumnos y alumnas  para paliar su atraso y desventaja con el alumnado aventajado?. Dirigirlos, hacia grupos de menos nivel, con la intención de compensar sus déficit, aplicando medidas compensatorias, programas de refuerzo y adaptaciones curriculares. Ahora bien, lo importante es saber si estas medidas compensatorias logran superar el retraso y las deficiencias, por las que se le asignó al alumno y alumna a dichos grupos, terminando por integrarlo en su grupo de origen o, si por el contrario, quedan condenados a seguir la escolaridad con esa desventaja académica, hasta el final de su itinerario formativo, acumulando papeletas para su fracaso académico.

El hecho de que las adaptaciones curriculares, las aulas de compensatoria y las clases de refuerzo no hayan logrado nivelar a ese alumnado con el resto de sus compañeros y compañeras, y evitar el fracaso, vendría a ser una confirmación de que las actuaciones educativas que se están desarrollando en una mayoría de aulas, no son las adecuadas para erradicar el fracaso escolar. No hace falta ser un experto en educación, para llegar a la conclusión que dichas medidas compensatorias no surten el efecto deseado como demuestran, los porcentajes de fracaso escolar que desde hace años viene arrastrando el sistema educativo. Si la compensación no remedia el problema y lo que se consigue, a veces, es el efecto contrario es decir, profundizar la brecha de la desigualdad con que dicho alumnado llegó a la escuela, la solución obvia, como afirma LEVIN[2], sería hacer lo opuesto. Si los niños llegan a la escuela carentes de habilidades que ésta espera de ellos, el hecho de retardar su ritmo de desarrollo a través de la “remediación” los hará quedar aún más rezagados.

Conviene recordar, que lo el origen de las desigualdades de partida radica  en el origen social del alumnado. Es decir, su procedencia de familias no académicas, marginales y desectructuradas. Porque hoy día no hay duda alguna, tal y como afirma GARCÍA SATURNINO ( 2007)“el fracaso escolar está en buena medida relacionado con un solo factor que normalmente se olvida: la clase social de las familias”. Por otra parte, como recoge PÉREZ GÓMEZ (2013) en Educarse en la era digital, son “numerosas las investigaciones e informes (Coleman, 1966; Rist, 1977;  Bersteim ,1990; Pérez Gómez y Gimeno Sacristán, 1993, Goodson, 1988; Borman y Dowling, 2010)  que han puesto de manifiesto   que el factor que explica y predice en la actualidad de manera más significativa las diferencias en el rendimiento académico del alumnado está configurado por las desigualdades socioculturales del contexto familiar”.  El informe PISA (2006), arroja luz en la misma dirección: el 50% del rendimiento educativo se explica por la posición social de su familia, un 18% por la composición socioeconómica de las familias de los estudiantes del centro educativo, y un 6% por características didácticas y organizativas de los propios centros escolares y el 26% restante queda sin explicación. Según estos datos se puede afirmar que un 68 % del fracaso escolar está relacionado con el nivel socioeconómico de las familias. Y un insignificante 6% están relacionadas con las actuaciones educativas que se hacen desde el centro. Lo que viene a confirmar y demostrar, sin lugar a dudas, el poco peso que tiene las medidas de tipo compensatorio que se vienen realizando en los centros educativos, cuando al final de la obligatoria el peso de la desigualdad en los resultados siguen siendo tan desiguales y escandalosos.

¿Se puede culpar directamente al alumnado del fracaso después de haber pasado durante seis años por primaria y cuatro de secundaria? Es evidente, que si la escuela no puede o no sabe, modificar en un periodo tan largo las desigualdades que impiden un proceso de  aprendizaje, en las mismas condiciones que el alumnado aventajado, además, de cometer una gran injusticia, se defrauda a la ciudadanía que confía en la escuela pública de las oportunidades. ¿Qué razones pueden explicar este fracaso de las medidas compensatorias?. El haberse centrado en el déficit del alumnado, separándolo, la mayoría de la veces, de sus compañeros y compañeras en agrupaciones segregadas del aula ordinaria. Lo que según las investigaciones científicas conduce a peores resultados. (Valls, 2012). Se sabe, como dice DUBET[3] (2005) que  las clases homogéneas en nivel acentúan la diferencias entre los alumnos. El agrupamiento de los alumnos débiles en la misma clase limita sus avances, si no los impide directamente. Por tanto, la solución al problema, al parecer, estaría en superar la segregación que se realiza al hacer agrupaciones de menos nivel, adaptaciones curriculares y repeticiones. Nadie ignora que estas agrupaciones rebajan y ralentizan el nivel de aprendizaje al modificar las exigencias académicas y adaptar la enseñanza a lo que se considera, son sus posibilidades, reduciendo así las expectativas del alumnado, profesorado y familias.

 Pero, como está demostrado, si la mayoría del fracaso escolar se debe a la clase social, como se ha visto más arriba, habrá que esperar a que la mayoría de las familias asciendan en el escalón social para que sus hijos e hijas superen las desigualdades de origen. Lo cual forma parte del absurdo. Por tanto, uno de los caminos, no el único, es incidir en el contexto social donde viven y se relacionan los alumnos y alumnas. Pues tal y como afirma PERRENOUD[4] (1990) el contexto social es un elemento decisivo para la construcción de varios factores prioritarios en el funcionamiento académico, tal y como evidencian las investigaciones científicas y demuestran experiencias de centros. El ejemplo del colegio Virgen de Montserrat de Terrassa nos puede ilustrar sobre la importancia decisiva de actuar sobre el contexto familiar. En cinco años incrementa el porcentaje de alumnado que superan las competencias básicas en comprensión lectora pasando del 17% al 85%. Además, en este periodo de tiempo se produce un incremento del alumnado inmigrante pasando del 12% al 46%. Es evidente que las familias en este periodo de tiempo no subieron de nivel social. La clave está en la incidencia de la escuela en el contexto familiar. En la medida que se modifica el contexto familiar donde vive el niño y la niña los resultados en el aprendizaje dan sus frutos. Sin lugar a dudas, es preciso desde la escuela, incidir en el contexto en el que vive el alumnado, en la medida que envuelve su vida y ejerce una poderosa influencia sobre ellos.

Sin lugar a dudas, la incidencia del centro en el contexto familiar, no es  una práctica  habitual. Más bien, el centro planifica y funciona como si las familias no formaran parte de él, e incluso permanece  aislado, lejano y desconocido para muchas familias, especialmente las no académicas. Y ello por tres razones. La primera, porque la participación de las familias no ha sido una práctica  habitual, en el modelo educativo heredado de la sociedad industrial es decir, no existe tradición en el sistema educativo de participación conjunta de familias y profesorado. ¿por qué? Sencillamente, la participación de madres y padres, no hizo falta en el modelo educativo de la sociedad industrial y, como se sabe, lo que no hace falta se ignora. Situación que sigue vigente actualmente debido, entre otras cosas, a que el modelo educativo de la sociedad industrial sigue vigente con unos pequeños retoques. Segunda razón, el desconocimiento de la importancia de la participación de las familias como, parte de la comunidad educativa, no ha figurado en los planes de formación del  profesorado. Lo que ha llevado al profesorado a ignorar la importancia del papel participativo de las familias en la escuela. La tercera razón, el desconocimiento de la relación directa que existe entre la participación y el éxito escolar. Más de 30 años de investigación demuestran claramente que la participación de las familias en la escuela mejora el rendimiento académico, la autoestima, el comportamiento y la asistencia a las clases por parte del alumnado.

Pero hoy, en plena sociedad de la información tenemos las evidencia científicas suficientes, para saber que la participación de las familias en el centro educativo es un requisito imprescindible para, la erradicación del fracaso escolar y el logro del éxito educativo de todo el alumnado. Los investigadores e investigadoras de INCLUD-ED han definido cinco tipos de participación de la comunidad educativa en el centro educativo: participación informativa, consultiva, decisoria, evaluativa y educativa. Evidentemente, no es el momento de entrar a desgranar cada uno de estos tipos de participación y su incidencia en  la calidad educativa de los centros educativos. Solamente se trata de dibujar las distintas etapas que tiene que recorrer la participación de la comunidad educativa para lograr que los centros educativos se sitúen en el modelo educativo, propio de la sociedad de la información y el conocimiento, abandonando el modelo educativo heredado de la sociedad industrial.

Pero, si es importante saber , como dice DUBET( 2005) en “ la escuela de las oportunidades” que la movilización de los padres es un factor de éxito y que para ser eficaz deben de apoyarse en un buen conocimiento de las expectativas y la exigencias escolares. La movilización de los padres exige  que conozcan los objetivos de cada enseñanza  y que todas las expectativas escolares dejen de estar implícitas cuando los padres no tienen esa complicidad con la escuela que suele ser esencial para el éxito. No se puede esperar de los padres que ayuden a sus hijos, sin decirles en qué consiste esa ayuda. Porque no todos los padres saben exactamente lo que quieren decir frases como “ayúdelo a hacer los deberes” o “controle sus tareas”. Estos consejos solo tienen verdadero sentido para los padres que ya han sido bien escolarizados. Porque la desigualdad de oportunidades no se debe solamente a las desigualdades  que tiene el alumnado al ingresar en la escuela y a las diferencias de calidad en la oferta escolar; se deben también a las competencias de los padres que saben utilizar la información. Porque sin información no es posible la participación. Y es precisamente esa escasa información la que aleja a las familias, en especial a las no académicas del centro educativo. De ahí la injusticia que supone como explica CERÓN (2004) de culpar a cientos de padres y madres por su escasa participación en el entorno escolar si no se tiene en cuenta que es, precisamente, la falta de información la que impide su participación en igualdad de condiciones.

Por tanto, si el factor que explica y predice las diferencias en el rendimiento académico proviene de las desigualdades socioculturales del contexto familiar. la escuela tiene que plantearse cómo y de que manera tiene que empezar a incidir en el contexto familiar para contribuir a la modificación de la participación y con ello a la erradicación del fracaso escolar y el éxito de todo el alumnado.

Ese momento, está ahí. Solo espera el cambio del “modelo educativo” de la sociedad industrial por el “modelo educativo” de la sociedad de la información, o dicho de otro modo, que tu aula y tu centro y/o la escuela de tus hijos e hijas se inserten en el siglo XXI.  Porque el modelo educativo heredado de la sociedad industrial, ya no sirve para preparar a los futuros ciudadanos y ciudadanas.

10 de noviembre de 2014
Ginés Martínez
Coordinador de A. E. P. Siglo XXI




[1] Francisco Mora es doctor en Medicina por la Universidad de Granada y doctor en Neurociencia por la Universidad de Oxford (Inglaterra). Es catedrático de Fisiología Humana de la Facultad de Medicina de la Universidad Complutense de Madrid y catedrático Adscrito del Departamento de Fisiología Molecular y Biofísica de la Universidad de Iowa en EE.UU. Es miembro del Wolfson College de la Universidad de Oxford.

[2] Levin M. Hery. Las Escuelas Aceleradas: Una Década de Evolución.
[3] François Dubet es sociólogo francés, profesor de la Universidad de Burdeos II y director de estudios de la École des Hautes Études en Sciences Sociales.

[4] Philippe Perrenoud, sociólogo, es profesor honorario en la Universidad de Ginebra. Sus trabajos sobre la creación de desigualdades y de fracaso escolar lo han llevado a interesarse por la diferenciación de la enseñanza y, de forma más global, por el currículo,  y el trabajo escolar y las prácticas pedagógicas, la innovación y la formación de los enseñantes.

1 comentario:

  1. Mientras no se facilite el acceso y acercamiento de los padres al centro, profesores y aulas todo seguirá igual. Los colegios tienen unas infraestructuras sin usar por las tardes que podian usarse por voluntarios (padres, estudiantes), pero no hay interés alguno por llevar a cabo esta acción en la mayoria de los centros.

    Los niños que necesitan apoyo son aquellos cuyos padres no pueden pagar actividades extraescolares, que no deben ser solo deporte, sino apoyo a las diversas asignaturas.

    El sistema se queda obsoleto, hay que cambiar y eso depende de todos, pero la mayor parte optamos por seguir como estamos, es la postura más cómoda. Cualquier cambio o iniciativa solo supone ver problemas para llevarlos a cabo.

    La solución está en nosotros (director, ampa, profesores, padres y alumnos). Nadie va a venir a solucionarlos el problema actual.

    Se habla de participación de familias pero muchos centros impiden o miran hacia otro lado en la colaboracion de ellas para apoyar a los niños.

    Agradezco el artículo el cual el de sumo interés.

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