Es de dominio público que la Escuela Pública no es una prioridad de la
Administración Educativa, como demuestra la política de recortes que afecta tan
salvajemente a una amplia capa de alumnado y familias, dificultándoles, muchas
veces, los imprescindibles recursos para comedores y adquisición de material
escolar. Política de recortes que también afecta a la calidad de la enseñanza
al incidir sobre la disminución de plantillas y las expectativas y estímulos
del profesorado.
Pero, siendo verdad el maltrato que recibe la
Escuela Pública, con la política de recortes de la Administración Educativa, no
es excusa para que la escuela de todos, siga arrojando porcentajes tan escandalosos
de alumnado que salen de las aulas, sin la debida competencia lectora y
matemáticas para desenvolverse en la vida adulta. Porque el fracaso escolar no se puede
vincular, exclusivamente, a las políticas educativas. Solamente hay que consultar las
estadísticas de los últimos años para ver que el fracaso y abandono escolar ya
lo viene arrastrando la Escuela Pública desde bastante tiempo atrás. Por
supuesto que hay que oponerse, con todos los medios posibles, a cualquier
política que degrade a la Escuela Pública. Pero, nunca justificar o utilizar a dichas
políticas como excusa para justificar el fracaso y abandono escolar.
La Escuela Pública, de la Sociedad de la
Información tiene el reto de buscar las verdaderas causas de los resultados
académicos negativos y del fracaso, a fin de combatirlos donde realmente se
encuentran. De ahí, la necesidad
de que el derecho a la educación, de todos los niños y niñas se traduzca en
éxito para todo el alumnado, independientemente de su origen y situación
familiar y social. Lo que debe llevar al profesorado y familias, como integrantes
de la comunidad educativa a plantearse
la necesidad urgente de valorar que es lo que funciona y no funciona en el
centro educativo. El Consejo Escolar es un organismo privilegiado, al reunir a
los representantes de la comunidad educativa, para acometer la búsqueda de las
causas que impiden o dificultan el éxito escolar.
La necesidad imperiosa de esta revisión y
valoración colectiva se fundamenta, entre otras cosas, en que el éxito o el
fracaso ya no se puede considerar circunscrito, como antes, a que el y la
estudiante vivan en el seno de una familia académica o que al ingresar en la
escuela arrastre un desfase alto de aprendizaje o al medio familiar y social o
a la ubicación del colegio en un determinado barrio desestructurado. No se
pueden seguir esgrimiendo seudo razones, pertenecientes a otra época, para
justificar los resultados académicos. Quizás, podrían tener cabida en épocas
pasadas, debido, entre otras cosas, a un gran desconocimiento de las evidencias
científicas de lo que funciona y no funciona para: organizar el aula, adquirir
la competencia lectora, acabar con las repeticiones y adaptaciones excluyentes,
con la exclusión de las familias y su relegación a un segundo plano.
En consecuencia, es necesario tomar conciencia de
que, posiblemente muchas de las causas de la situación actual se encuentran, no
solo fuera del centro, sino también dentro del centro y aulas. El
funcionamiento del aula, la organización del alumnado, las concepciones de lo
que es leer y escribir, la participación de las familias dentro y fuera del
centro, constituyen aspectos que inciden en el éxito y el fracaso. Sin embargo,
la experiencia dice que raramente se valoran y analizan como posibles causantes
de los resultados académicos.
Mientras se sigan usando los mismos mimbres, la
calidad de los cestos variará poco por mucho que nos empeñemos. Por eso, es
imprescindible que el conjunto de la comunidad escolar se plantee la necesidad
de configurar el
centro educativo para el éxito escolar. ¿Por qué es necesaria esta
configuración?. Debido a que la
escuela actual, heredada de la sociedad industrial responde en su estructura,
organización y formas de enseñar a épocas pasadas y que en consecuencia no
responden a las necesidades de ahí,
la necesidad de revisar a fondo su configuración actuales.
Por tanto, si se quiere que la Escuela Pública
logre el éxito de todos y todas, es imprescindible hacer un alto en el camino y
hacer una revisión a fondo, de lo que se hace y de cómo se hace. Se trata de valorar, si el
funcionamiento del centro, su organización y prácticas pedagógicas, a pesar de
la buena voluntad y esfuerzo de su profesorado y del AMPA, siguen fabricando
repetidores, rendimientos académicos negativos y grupos de alumnado que no
alcanzan los niveles exigidos. En definitiva, fracaso escolar.
Sin embargo, hay que tener presente
algunas dificultades que pueden impedir hacer una revisión de la práctica docente y sus resultados. Debido a que mayoritariamente se sigue pensando aún, que los
resultados académicos no son la causa de determinadas prácticas pedagógicas,
sino del propio alumnado que no da la talla requerida y de las familias que
hacen dejación de funciones de su tarea educativa. Prácticas docentes, que muchas veces responden a lo que el profesor y
profesora aprendieron de la práctica educativa de sus profesores cuando
eran alumnos y alumnas y que luego, como profesores y profesoras, siguen
reproduciendo en el aula, debido entre otras cosas, al peso de la cultura
escolar que impide replanteamientos de cambio y transformación. La cultura escolar (Viñao 2011) estaría constituida por un conjunto de teorías, ideas, principios,
normas, pautas, rituales, inercias, hábitos y prácticas (formas de hacer y
pensar, mentalidades y comportamientos) sedimentadas a lo largo del tiempo en
forma de tradiciones, regularidades y reglas del juego no puestas en
entredicho, compartidas por los actores en el seno de las instituciones educativas. Tradiciones, regularidades y reglas de juego que
se transmiten de generación en generación. Pues bien, es un hecho constatado que determinados aspectos de “la propia cultura escolar” constituye un obstáculo, al producir una serie de barreras que dificultan la entrada de
innovaciones en el centro, obstaculizando un cambio y/o transformación del
centro educativo( Hargreaves (1994).
Por tanto, configurar
un centro educativo para el éxito escolar, es una exigencia del fracaso modelo educativo actual, incapaz de obtener resultados satisfactorios para todo
el alumnado.
27 de
junio de 2014
Ginés
Martínez
Pertenece
a la A. E. P. Siglo XXI
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