¿La
recuperación de las reválidas responde a una simple ocurrencia del ministro
Wert y responsables educativos? Pues, no tiene explicación alguna que se vuelva a
ellas después de tantos años de su supresión. Recuperar unas pruebas externas que ya formaban
parte del museo de la educación española es sencillamente volver a un sistema
selectivo. Mejorar la educación, a base de controles y filtros, como pretende
la reforma educativa, no se puede basar ni en ocurrencias ni en ideologías
partidistas. ¿Dónde están en el texto de la reforma los argumentos que avalen
que las reválidas y pruebas externas estandarizadas mejoran el sistema y
erradican el abandono y fracaso escolar?.¿En qué experiencias de éxito se
apoyan para justificar el volver a poner barreras para mejorar los resultados?.
Una verdadera reforma, cuyo objetivo fuera mejorar el sistema, sería aquella que
después de haber conseguido, la universalizaron de la
educación hasta los 16 años, como es el caso español, se propusiera el reto, de
conseguir que el cien por cien del alumnado termine con éxito, no solamente la
educación básica sino, que adquiera la preparación suficiente para acceder a
estudios postobligatorios, bien al bachillerato, bien a la formación
profesional.
¿Qué
supondrá para la enseñanza obligatoria la inclusión de estas pruebas en su
itinerario formativo? Sencillamente que desde que un niño o una niña inicia
Primaria hasta que termina la ESO entra en una carrera competitiva similar a
una competición deportivas en la que, como sabemos, ganan siempre los mejores.
¿Cómo se asegura que realmente lleguen los mejores? Sencillamente,
estableciendo a lo largo de la competición diversos controles-filtros que
impidan pasar a los y las estudiantes que no superen las pruebas. Puede
explicar alguien qué sentido tiene
incluir cuatro controles-filtros en la educación obligatoria: dos en la
etapa de Primaria, tercero y sexto, y otros dos en la ESO, al final del primer ciclo, y al terminar cuarto curso. Con el
agravante que la obtención del Graduado en Educación Secundaria
Obligatoria depende de dicha prueba. Es evidente que, con este rosario de
filtros y controles, la educación básica y obligatoria se desnaturaliza,
perdiendo el sentido y finalidad para la que fue concebida, al convertirla en una
enseñanza propedéutica, en la que cada etapa tiene como objetivo preparar para
la siguiente. Además, la serie de obstáculos que dificultaran que muchos y
muchas estudiantes puedan acceder al título de la educación básica es un
atentado contra los derechos constitucionales al
dificultar y/o impedir el derecho a una educación básica.
Las reválidas y exámenes externos
a base de pruebas estandarizadas convertirán
cada uno de los tramos educativos en una carrera de obstáculos que irá
sucesivamente excluyendo a aquel alumnado que no logre los resultados fijados,
independientemente de las diferencias individuales e historia personal. Así
pues, el objetivo de la reválida es
diferenciar al alumnado según su mérito, así como justificar las diferencias y desigualdades del rendimiento escolar. ¿Cómo? Si el sistema
educativo tiene como base la igualdad de oportunidades y la equidad[1]. “las desigualdades que de ella resulten serán tan poco cuestionables
como las que resulten de una competencia deportiva. Cuando
los competidores no se han dopado, cuando los árbitros son imparciales, los
mejores ganan; la dramaturgia deportiva es la metáfora más fiel de esa manera
de fabricar desigualdades justas[2].
Dicho de otra manera, para demostrar que las reválidas no son injustas, ni
excluyentes y segregadoras, sino todo lo contrario, y librarlas en
consecuencia, de toda sospechas existe el principio de la igualdad de
oportunidades. Así pues, los y las estudiantes
que no logren superar dicha pruebas no será por culpa del sistema que se supone
ha eliminado o neutralizado las desigualdades de origen. El fracaso de los que no lleguen será debido exclusivamente
a su falta de interés, de motivación, de esfuerzo y despreocupación de las
familias.
Por tanto, la ficción de la igualdad de
oportunidades permite también que las reválidas y pruebas externas respondan a un único corsé de
talla única para todo el alumnado. Pruebas que no entienden de diversidad ni de
diferencias culturales y sociales del alumnado. Pruebas a las que no importa si
determinados niños y niñas no pudieron asistir a una escuela infantil, si la
escuela está ubicada en un barrio desestructurado o en el mejor barrio de la
ciudad. No hay excepciones ni contemplaciones, el que no alcance la meta en el
tiempo y ritmo previsto quedará fuera de la competición.
Otra de la cuestión que llama la
atención es la obsesión que muestra el proyecto de reforma por Pisa. Obsesión que queda
reflejada, al llegar a incluir en las revalidas y pruebas externas las mismas materias que Pisa[3]. ¿Para qué el resto de las materias del currículum? ¿No es acaso un contrasentido despreciar e
ignorar el resto de las materias como si fueran simples adornos en la formación?
¿Qué pena que la expresión oral y la escucha, el aprendizaje de la escritura o
la crítica literaria por poner un ejemplo, sean consideraras irrelevantes para
la ciudadanía del siglo XXI por los reformadores? ¿No parece un absurdo cuatro
controles-filtros en la educación obligatoria solamente para controlar
parcialmente tres materias? ¿Dónde quedan y que valor se le
confiere a la evaluación continua que realiza el profesorado a lo largo del
curso? ¿Trata de incompetente al profesorado para valorar la adquisición de
competencias del alumnado en los distintos tramos educativos?.
¿Contribuyen las reválidas y pruebas
estandarizadas externas a la mejora del sistema educativo? Si como se ha visto son un obstáculo y una barrera para que un segmento del alumnado no
pueda terminar los estudios. Si crean más desigualdades y fomentan la exclusión del alumnado más débil. Si además, contribuyen a fomentar las repeticiones,
una de las lacras que lastran el sistema educativo[4], bajo ningún concepto se puede considerar que mejoran el
sistema sino, todo lo contrario, lo empeoran.
Mejorar el sistema supone precisamente lo contrario es decir, disminuir
las desigualdades educativas. Lo que
supondría una enseñanza más flexible que permitiera adecuarse al ritmo tanto de
los lentos como de los rápidos o dicho de otra manera una enseñanza
personalizada. Mejorar el sistema supone
también apostar por la inclusión es decir, conseguir que todo el alumnado
independiente de su origen y situación pueda lograr no solamente terminar la educación
básica con éxito sino, la posibilidad de acceder a estudios postobligatorios. Mejorar el sistema supone reducir el abultado
porcentaje de repeticiones que ronda alrededor de un 40%. Lo que contrasta con
aquellos países donde no existe la repetición Japón, Corea del Sur o Noruega o
que no sobrepasa el 3% como Islandia, Eslovenia, Taiwán, Montenegro, Reino
Unido o Finlandia. Además, “En Finlandia
no hay pruebas externas estandarizadas para clasificar a los estudiantes o
escuelas”[5] Mejorar
el sistema es sobre todo, prestar ayuda de forma individualizada a los y las estudiantes para resolver el
problema en el momento que se detecte. ¿Acaso
hay que esperar a los resultados de las evaluaciones-controles para detectar
las deficiencias o lagunas de los y las estudiantes? ¿No será demasiado tarde
esperar por ejemplo, en Primaria a la prueba de tercero y sexto para saber si
un alumno necesita ayuda personalizada?
Entender el
empecinamiento y obsesión de los reformadores, con la implantación de las revalidas y pruebas
externas estandarizadas, como medidas imprescindibles, para mejorar el sistema
y lograr su calidad, es harto difícil. Cuando
las evidencias de
los países de mayor éxito como Finlandia han demostrado, precisamente todo lo
contrario. “Así, en Finlandia[6]
la competencia (entre estudiantes y
entre centros), la evaluación y la búsqueda de la excelencia (o la
calidad) han sido, de algún modo, desterradas de su sistema educativo.
Por otra parte, no se concentran en las
competencias consideradas básicas y "fuertes" (como matemáticas y
lengua) y dedican mucho tiempo a actividades de aprendizaje activo individual y
en equipo basadas en "hacer". Respecto a las evaluaciones, hasta los nueve años el alumnado no es
evaluado con notas. Sólo a esta edad los alumnos son evaluados por primera
vez, pero sin emplear cifras. Después no hay nada nuevo hasta los 11 años. Es
decir, que en el periodo aproximadamente
equivalente a la escuela primaria española los alumnos solo pasan por una única
evaluación. Así la adquisición de
los saberes fundamentales puede hacerse sin la tensión de las notas y controles
y sin la estigmatización de los alumnos más lentos. Cada uno puede progresar a
su ritmo.
Al final queda flotando en el aire una
pregunta. Si el ministro de educación y su equipo, como no puede ser de otra
manera en la sociedad de la información, conocen como cualquier ciudadano
interesado, las medidas que implementan los países de más éxito educativo. ¿Cuál es la razón y el motivo para no
recogerlas en el proyecto de reforma? No hay duda, volver a un sistema selectivo y elitista.
3 de noviembre de 2012
Ginés Martínez Cerón
Asociación Educación Pública Siglo XXI
[1] El
funcionamiento del Sistema Educativo Español se rige por los principios de
calidad, cooperación, equidad, igualdad de oportunidades, eficiencia en la
asignación de recursos públicos, transparencia y rendición de cuentas."
(art. 2,3 proyecto de reforma)
Cuando me enteré de que el nuevo ministro de educación era José Ignacio Wert, me quedé perpleja, lo conocía de verlo como tertuliano en corrillos de programas de televisión. Sus opiniones, casi siempre dejaban mucho que desear, así que no podía creer que esta persona fuera ministro, no estaba a la altura.
ResponderEliminarLa gran cantidad de mamarrachadas y meteduras de pata de este ministro en tan corto espacio de tiempo me han dado la razón, así que se me ha ocurrido pensar una idea que quizá sea descabellada: ¿ Habrá buscado Rajoy a un pardillo capaz de llevar a cabo una ley de educación que cualquier entendido en
educación se hubiera negado a realizar para no ser cómplice de semejante
aberración?
Esta nueva ley donde se anulan los derechos de padres y alumnos a decidir
sobre su centro (Consejo Escolar) y todo el poder recae sobre el director, Esta
ley donde se evaluarán a los alumnos sin parar hasta quitar de en medio a los
que no nos gusten y mantener a los que nos interesen, no puede ser más
retrógrada y menos democrática, me recuerda mucho a la educación privada donde se inflan las notas cuando interesa y donde se puede adoctrinar para tener futuros ciudadanos a su servicio, no interesan los alumnos con criterio
propio, capaces de ser críticos con gobernantes indignos que pisan a los más necesitados y favorecen a los más ricos y a los que roban al pueblo.
Una vez leí que los gobernantes fineses son los que más invierten en educación, su educación es la mejor de Europa, y cuando les preguntan al respecto, contestan que quieren tener personas muy bien formadas que no se dejen engañar por políticos corruptos.
Nuestra educación se aleja cada vez más de la finlandesa y nuestros políticos también.
Que futuro más triste nos espera, deberíamos contarlo y no permanecer callados.