Una demostración de esta operación de maquillaje, se encuentra en el
actual proyecto de reforma. En él, una parte importante de los cambios, no responden, a la
solución de los problemas educativos que se detectan a diario, en colegios e
institutos. Entre, los que a modo de ejemplo, se encuentran: reducir las
competencias del consejo escolar y eliminar sus funciones decisorias, blindar
los conciertos a los centros
que segregan por sexo, introducir la alternativa a la religión etc. Son ejemplos claros de una adecuación de la
ley a las concepciones ideológicas de partido en el gobierno.
Quizás, haya llegado el momento de
reivindicar,
la urgente necesidad de un pacto nacional social y político, capaz
de consensuar una reforma que afronte los verdaderos problemas educativos. Lo
que supondría un gran paso para, conseguir que la educación de este país sea pensada y
diseñada, no por los intereses y ocurrencias de cada partido político que
llegue al poder sino, por el conjunto de la comunidad educativa: Profesorado y
familias verdaderos sufridores de los problemas educativos.
INTENTOS FALLIDOS DE UN
PACTO
Ahora bien, una cosa es el deseo y otra la
realidad. El deseo es el sueño de la educación que necesitan y queremos para,
todos los y las estudiantes de este país.
La realidad, el camino intransitable que, una y otra vez, se ha
demostrado reiteradamente imposible. Prueba
de ello, los intentos fallidos de pacto
que se han propiciado en nuestro país y que demuestran que las relaciones entre política y educación son complejas porque el
trasfondo de esas relaciones es el conflicto, el enfrentamiento de valores
contrapuestos (Puelles, 2006, p. 16). Conflicto y enfrentamiento que surge,
de la existencia de dos modelos
educativos distintos en sus
planteamientos y que cada partido cuando llega al poder quiere plasmar en
la legislación.
He aquí el gran escollo, en el
que han tropezado todos los intentos habidos hasta el momento. Porque la gran
dificultad, para llegar a un pacto educativo, radica en la defensa numantina de
los respectivos modelos educativos. La defensa a ultranza de dichas
concepciones educativas ha impedido, el
que se pueda llegar hasta ahora a un pacto en la educación de nuestro país,
como demuestran los intentos llevados a cabo. El primero fue en
1977 conocido con el nombre de la “Declaración conjunta en favor de la
educación”, suscrito por dieciocho organizaciones: asociaciones
de madres y padres, de estudiantes, organizaciones representativas de la
enseñanza pública y privada y sindicatos docente. Declaración que tenía como
objetivo allanar el camino para hacer factible un consenso político a fin de
lograr hacer de la educación "una
cuestión de la máxima prioridad" y, de “política de Estado".
¿Qué obstáculos encontraron las
18 organizaciones que suscribieron dicho documento? De la lectura del documento se concluye que, a
pesar de la buena voluntad y el deseo de las organizaciones intervinientes, en
llegar a acuerdos, seguía existiendo el salvaguardar determinaos principios que
cada organización consideraba irrenunciables, como demuestran los diversos
anexos de dicha declaración conjunta.
Tan es así que en el mismo texto se puede leer: “La firma conjunta de esta Declaración no supone compartir los mismos puntos de vista en los problemas
educativos como consta en los escritos que presentan las organizaciones en
relación con la firma de la presente Declaración”[1]17. Esta primera
aproximación a un acuerdo de las organizaciones participantes puso encima de la
mesa las dificultades y obstáculos existentes para poder llegar a un consenso.
El segundo intento de acuerdo se
fraguó, a finales de 2004, a raíz de los debates surgidos en el Consejo Escolar
del Estado sobre el documento “Una educación de calidad para todos y entre
todos”. Documento base para la cambiar la LOCE promulgada por el gobierno del
PP. A raíz de estos encuentros se forma un grupo, integrado por las principales
organizaciones y asociaciones del mundo educativo[2] , con la finalidad de
sentar las bases, en un acuerdo que permitiera por una parte, resolver los
principales problemas educativos que aquejaban al sistema educativo y por otra,
allanar el camino hacia el consenso
político entre los diversos grupos parlamentarios.
Una vez más se evidenció dicha
imposibilidad, a pesar de la buena voluntad y esfuerzo de las organizaciones
participantes. A pesar de que se anduvo un buen trecho del camino, los obstáculos
surgidos al enfrentar dos modelos educativos divergentes impidieron llegar al
consenso. En este caso, las organizaciones representantes de las familias impidieron
que se llegara a un acuerdo. No es verdad como dice Puelles [3] que” las organizaciones de
padres “sucumbieron frente a fuerzas internas que se mostraron partidarias de
una radical fidelidad a los principios. […] El consenso no es posible cuando
los valores básicos de unos y otros se mantienen en su irreductible pureza,
creándose una falsa mecánica en la que unos aparecen como los depositarios de
las esencias y otros como los pragmáticos claudicadotes”. No es verdad, porque
no se trata de mantener una radical fidelidad a uno principios sino, no
claudicar en aras de un posible consenso a cambio de debilitar, aún más, la
educación pública como se puede demostrar en las propuestas del momento. Sin embargo, a pesar de que dicho pacto social no llegó a buen puerto, dejó su
huella retrógrada en la nueva
reforma LOE, al recoger, como
puede comprobarse, en su articulado bastante propuestas del pacto social non
nato. Lo que demuestra una vez más que en cada reforma, la educación pública,
deja por el camino muchos pelos en la gatera.
¿CÓMO CONJUNTAR AMBOS MODELOS PARA
CONVERGER EN UN PACTO EDUCATIVO
No es fácil llegar a hacer converger
en lo que se podría denominar un “modelo híbrido” modelos tan contradictorios. ¿Cómo se puede conjugar un modelo
que potencia la escuela pública con otro que potenciación la privada concertada
en detrimento de la pública?, ¿cómo conjugar una educación comprensiva con una
educación selectiva?, ¿cómo conjugar un modelo inclusivo para la integración de
los desfavorecidos con un modelo exclusivo y segregador?, ¿cómo conjugar un
modelo que potencia la religión como una asignatura evaluable con un modelo que
propugna que la religión debe de salir de la escuela? ¿Cómo compatibilizar un
modelo que basa la calidad en el rendimiento académico con otro que basa la
calidad en el éxito educativo de todos?… Estos
principios que inspiran modelos tan contrapuestos suponen, como ha demostrado
la experiencia, que consensuar un pacto educativo, al menos hasta ahora no ha
sido posible.
PRIMEROS PASOS HACIA UN PACTO EDUCATIVO
Antes de iniciar un posible pacto
educativo es imprescindible, al menos, plantearse algunas cuestiones que deben
ser determinantes en el modelo educativo que se pretenda consensuar ¿Qué papel tendría en un pacto educativo la comunidad
educativa y las fuerzas sociales? ¿Qué educación se quiere y para qué tipo de
sociedad? ¿Qué mínimos se debería establecer? ¿Qué
problemas educativos son los que hay que resolver en el tajo de los centros y
aulas para, que todo el alumnado termine la educación básica y obligatoria con éxito? Contestar
a estas cuestiones es sentar las bases sobre las que edificar un posible pacto. No se puede empezar el edificio de un pacto
sin construir conjuntamente sus cimientos.
El
siguiente paso sería establecer las líneas rojas. Líneas rojas que marcarían el
campo de acción entre los intervinientes. ¿Qué aspectos serían los intocables?
¿Por qué serían intocables? Tener desde
el principio encima de la mesa aquellos aspectos que se consideran intocables bajo
ningún concepto sirven para racionalizar un posible consenso y evitar desde el
principio desencuentros, posicionamientos numantinos e impotencia. Por ejemplo
podría ser una línea roja “la educación deberá ser científica, lo que excluye
cualquier tipo de adoctrinamiento filosófico, religioso o político”
Otro
paso a considerar estaría constituido por los mínimos a consensuar y que serían la
columna vertebral del pacto. Mínimos que habrá que valorar para constar que
sobre ellos sería suficiente construir el pacto educativo. Mínimos que deberán
ser muy concretos, a fin de evitar ambigüedades. Por ejemplo, el siguiente
aspecto que podría ser uno de los posibles acuerdos: “promover y exigir una mayor
implicación de las familias y la sociedad en general, en la educación de
los jóvenes y en el trabajo conjunto con el profesorado de los centros, para asegurar
que el alumnado asume responsablemente sus derechos y deberes
y se impregnan de la cultura del esfuerzo.” Es sin embargo, tan genérico y
ambiguo que aunque todo el mundo puede estar de acuerdo, no compromete a nada a
nadie. Se podría considera más bien, una declaración de intenciones.
Quizás, uno de los últimos pasos
sea buscar conjuntamente, como se hace en cualquier
hospital, los remedios, las medicinas o medidas a aplicar para erradicar los
problemas detectados, lo que llevará a beber de las fuentes que la comunidad
científica internacional avala por su éxito. Lo que evitaría que la educación siguiera padeciendo tantas ocurrencias y
superstición, de las que las reformas están plagadas y que impiden acabar con
los problemas educativos.
¿Imposible?
No. ¿Difícil? Mucho. Todo depende de consensuar ¿Qué educación queremos y para
qué tipo de sociedad?
13 de marzo de 2013
Gines Martínez Cerón
Educación Pública Siglo XXI
[1] Declaración conjunta
en favor de la educación. (1997). Madrid: Fundación Encuentro, p. 6.
[2] Comisiones Obreras
(CC OO), la Federación de Religiosos de la Enseñanza (FERE), y la Federación de
Trabajadores de la Enseñanza (FETE) Confederación de Asociaciones de Padres de
Alumnos (CEAPA) Y ( CONCAPA)
[3] Puelles Benítez,
Manuel de. (2006) ¿Por qué no fue posible el pacto educativo?
Organización y Gestión Educativa, 6, p. 19.
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