Es frecuente encontrarse en
muchos centros escolares a profesores y profesoras que se quejan de la
desmotivación del alumnado, del poco interés por el aprendizaje y de no saber
como revertir la situación, lo que lleva en una gran mayoría de ocasiones a
culpabilizar del fracaso escolar a alumnado y familias. Quizás este pensamiento no responda tanto a tirar balones fuera, como a
que toda la responsabilidad del aprendizaje, cae sobre las espaldas del
estudiante y familia. La idea se fundamenta en la concepción
constructivista del aprendizaje, al considerar que es el alumnado el responsable único de sus aprendizajes.
Si
esta idea fuera real, la escuela, como ocurre en la actualidad, se encontraría
atada de pies y manos e imposibilitada para conseguir el aprendizaje de todo el
alumnado. Si esta idea fuera
verdadera la escuela no tendría la
responsabilidad en el éxito y el fracaso del alumnado. La responsabilidad seria
exclusivamente del alumno y alumna que no quiere estudiar y de las familias que
no se preocupan de los estudios de sus hijos e hijas. Situación que salvaría a la escuela de tener responsabilidad
en los retrasos, repeticiones, en definitiva del fracaso escolar. Quizás, esta concepción muy extendida tanto
en la escuela como en las familias sea “la culpable” de que el fracaso escolar
se haya convertido en un agujero negro del sistema educativo.
Sin embargo, las investigaciones y la experiencia
contrastada demuestran que el contexto en el que se mueve y relaciona el niño y
la niña tienen una gran influencia en el aprendizaje. Múltiples
investigaciones y experiencias, avaladas por la comunidad científica
internacional, han demostrado que el conocimiento no lo construye en solitario la persona como resultado
de sus capacidades, sino que es el resultado de la interacción con los
compañeros y compañeras y otras personas con las que se relaciona. Desde esta
perspectiva, el aprendizaje supera la clásica relación profesorado- alumnado y
amplia su relación, al contexto social y cultural donde vive y se desarrolla el
niño y la niña. De esta forma, todas las
personas que interactúan con el alumnado: profesorado, familias, amigos, …
pasan a formar parte de una red que propiciará situaciones múltiples para el
aprendizaje, al compartir experiencias, lecturas, pensamientos,… a través del diálogo. Desde esta perspectiva del aprendizaje,
las repeticiones, retraso y fracaso dejarán de ser culpa exclusiva del alumnado
y familias, abriendo una puerta a
la esperanza, al posibilitar que el alumnado desaventajado pueda siempre, que
se creen las condiciones contextuales, lograr superar el déficit que la
interacción bidireccional con el profesor no le permitían. Quizás, sea esta una
puerta para conseguir la erradicación del fracaso y el éxito de todo el
alumnado, sin seguir responsabilizando del fracaso en
exclusiva, ni al alumnado ni a su familia.
Para ello es necesario
plantear algunas cuestiones.
Primera cuestión a plantear ¿La enseñanza que se les ofrece al
alumnado despierta su curiosidad e
interés o, por el contrario, produce aburrimiento?
Es una evidencia que, tanto las escuelas de primaria como
los IES, en su mayoría, responden a concepciones educativas heredadas de la
sociedad industrial, en las que el profesorado era el elemento clave
como fuente de información. En aquella escuela, la función del profesorado era,
por otra parte lógica, enseñar transmitiendo los conocimientos desde las tablas
de multiplicar hasta las capitales, los accidentes geográficos, los
acontecimientos históricos, etc., y el papel del alumnado memorizar y asimilar
por repetición dichos conocimientos para después hacer un examen trasladando al papel lo
que ha almacenado en la memoria. Y
ello, a pesar de que la experiencia ha
demostrado que aprender para un examen
es algo perecedero ya que una vez realizado rápidamente se olvida lo aprendido.
Los exámenes, desde infantil
hasta la universidad, se han convertido en una obsesión tanto de familias como
de la escuela. Tan es así que normalmente los padres y madres pocas veces
preguntan a sus hijos e hijas por lo que han aprendido, sino por las notas que han obtenido. Dice
Gerver[1]
, Si preguntamos a los jóvenes cuál es el objetivo de la educación, todos te
dicen que es ayudarles a hacer otro examen. Es una manera de motivar un poco
extraña, ¿verdad? “Lo que decimos a nuestros jóvenes es « Trabaja duro en la
escuela». « ¿Por qué, mamá? » « Pues porque sacarás buenas notas en el examen
»« ¿Y si saco buenas notas en el examen, mama? » « Pues que vas aún a hacer más
exámenes. »« Y si saco buenas notas en estos exámenes, qué pasará, mamá? »«
Pues que tendrás la oportunidad hacer más exámenes. »« Y entonces qué? »« Pues
que quizás tendrás la oportunidad de ir a la universidad. »« Y qué pasará en la
universidad? »« Pues que te enseñarán a hacer exámenes aún más largos “
¿Qué curiosidad, interés y pasión puede despertar, en la
mayoría del alumnado, nacido en la sociedad de la información, el tipo de
enseñanza libresca y básicamente memorística? ¿Acaso no resulta totalmente anacrónico, en la sociedad de la
información, que un profesor ó profesora siga pretendiendo transmitir a los
alumnos y alumnas algo que nos les interesa? La escuela academicista
actual, dice Pérez Gómez[2]”
aunque en un estadio más elaborado y sofisticado sigue el mismo
esquema de la escuela industrial, por ello difícilmente puede responder a las
exigencias de un mundo ya no mecanizado por las cadenas de montaje, sino
abierto, flexible, cambiante, creativo e incierto. Los niños contemporáneos en
su mayoría no fracasan en la escuela por el nivel de dificultad de una
exigencia escolar dura, sino por aburrimiento, por ausencia de interés”.
Por tanto, de nada sirve quejarse de la desmotivación del
alumnado y de su poco interés por el aprendizaje, mientras la escuela siga
aplicando metodologías desfasadas
y que chirrían, por no acoplarse a las necesidades de aprendizaje de los niños
y niñas. De nada sirve quejarse de la desmotivación y falta de interés por el
aprendizaje, mientras el aprendizaje no tenga una finalidad inmediata para el
alumnado. Aprender a leer y a escribir, por ejemplo no puede tener ningún
sentido para un niño o niña mientras siga siendo simplemente una tarea escolar.
El alumno y alumna necesita encontrar
sentido a su aprendizaje. Necesita saber el qué y el para qué escriben y leen o
resuelven un problema. En la
medida que los niños y las niñas interioricen que la lectura no es solamente
una tarea escolar, sino que descubran que la lectura es una herramienta para
recrearse, buscar la información que a ellos les pueda interesar, para
descubrir, localizar un servicio, conocer los detalles de una visita que se va
a realizar, …se ilusionarán y su motivación aparecerá automáticamente. Ejemplo
que se puede trasladar a cualquier actividad educativa.
Una segunda cuestión a
plantear:¿ La enseñanza aprendizaje que
se desarrolla en las aulas sigue
teniendo una bidireccionalidad o tiene en cuenta el contexto en el que se
desarrolla?
He aquí, una de las claves de
la un nueva escuela para superar la deficiencia de los aprendizajes en tantos
niños y niñas. Una nueva organización del aula, es necesaria, donde se supere la
bidireccionalidad alumnado profesorado posibilitando la interacción de todos y
todas. Lo que supone, en primer
lugar, organizar el aula en grupos en los que se incluya toda la diversidad, a
fin de que las interacciones que se produzcan equilibren los aprendizajes de
alumnos y alumnas aventajados y desaventajados al compartir actividades,
experiencias, lecturas, pensamientos,…
a través del diálogo y la colaboración. Pero, aunque esta nueva forma
de organización del aula resulte
fundamental, no sería suficiente, sería preciso implicar a las familias y otras
personas de la comunidad para lograr una máxima interacción que permitiera,
que las distintas actividades que
realice el alumnado: actividades extraescolares, deberes, actividades lúdicas,
etc., se convirtieran en situaciones de aprendizaje.
La tercera cuestión a
plantear: ¿Sería posible convertir las aulas
en verdaderos espacios de aprendizaje?
Aquí el papel del profesor y
profesora consistiría en desenganchar el aprendizaje de la obsesión de los
exámenes que lo único que consiguen
es desvirtuar, lo que tendría que ser el verdadero aprendizaje. No se puede lograr un aprendizaje con la
obsesión que existe actualmente por las notas. Es necesario poner los aprendizajes en el punto de
mira y como único objetivo de la escuela. El aprendizaje para aprobar es un
aprendizaje efímero y transitorio. El
verdadero aprendizaje necesita de tiempo sosegado para preguntar, para
compartir, para reflexionar sobre lo que se hace y cómo se hace, para
relacionar y comprender, para dialogar, y finalmente internalizarlo. Para
ello es necesario convenir el aula en un espacio donde la voz del profesor o
profesora deje ser la única y el
niño y la niña recuperen la palabra para cuestionar, expresar sus dudas,
compartir con los compañeros y compañeras. El
diálogo, no se puede olvidar, es el
eje más importante del aprendizaje. Porque como dice Fisher[3]
a través del diálogo los niños y las
niñas desarrollan la consciencia, aprenden a controlar sus procesos mentales
internos y construyen las herramientas conceptuales para pensar. Es el
fundamento del desarrollo de la inteligencia social, así como del éxito en los
aprendizajes y en la vida
Una cuarta cuestión a
plantear: ¿ Cuál debe ser el rol del
profesor en esta nueva escuela de la sociedad de la información?
Es evidente que el rol del
profesor y profesora ya
no puede seguir siendo el de transmitir la información como se hacía antaño. Desde
esta óptica surge una nueva función del
profesor y profesora, por una parte la
de coordinar todas las interacciones que se produzcan tanto en el aula como
fuera de ella. Y por otra parte, la existencia de Internet, fuente inagotable
de información, mucho más amplia y
profunda que la que puede transmitir un profesor y profesora, exige un cambio
profundo de su rol. Umberto Eco lo perfila nítidamente
en el artículo ¿para qué sirve?[4], a
propósito de la pregunta que hace un estudiante a su maestro: “Disculpe, pero
en la época de Internet, ¿usted para qué sirve? … Y
continua, “el estudiante no le
estaba diciendo al profesor que ya no lo
necesitaba”... “Le
estaba diciendo que Internet le dice "casi todo", salvo cómo buscar,
filtrar, seleccionar, aceptar o rechazar toda esa información.
Por tanto, el nuevo rol del
profesor y profesora en la sociedad de la información, se debe encaminar a enseñar al alumnado a construir
conocimiento no a almacenar datos. Se trata de desarrollar aquellas capacidades necesarias, para
seleccionar, organizar y utilizar la información que necesitan el alumno y la
alumna, para resolver las distintas situaciones que se le plantean. Planteamiento
que exige un giro
radical, si no se quiere convertir la escuela en una institución fosilizada e
inútil.
Quinta cuestión a plantear: ¿ Es posible conseguir que todo el alumnado del aula desarrolle el máximo de aprendizajes?
El aprendizaje de
máximos, no el de
mínimos para todos debe ser un objetivo
irrenunciable de la escuela de la sociedad de la información. Nadie tiene culpa de haber nacido en
una familia con un nivel económico desfavorecido. Por eso, la escuela de todos
y todas no puede hacer dejación, de la única función que tiene, de enseñar a todo su alumnado, dando
más al que más necesita. Sin embargo, hasta ahora no ha sido así. Casi todo el
mundo sabe que existe una igualdad en el acceso pero no en el proceso. Y que en
ese proceso se quedan por el camino de los retrasos, de las repeticiones y
finalmente del fracaso, un buen número de chicos y chicas. Lo que abre una
brecha cada vez más grande entre
el alumnado procedente de familias académicas y no académicas. Realidad, que
confirman los resultados del
último informe Pisa que acaban de ver la luz. Los alumnos con un nivel socioeconómico favorecido superaron a los alumnos
más desfavorecidos en 34 puntos. Esta
vergonzante realidad es una pervivencia de la escuela academicista y
transmisora de conocimientos, herencia de la sociedad industrial.
Pero, en la
escuela de la sociedad de la información, el papel del alumnado ya no es
asimilar y acumular datos, sino desarrollar todas sus potencialidades e
inteligencias, a través de
aprendizajes cooperativos y dialógicos donde tienen cabida la creatividad, el
cuestionamiento, la imaginación, la argumentación, la tarea compartida, los
proyectos de investigación, la reflexión y sobre todo espacios para manifestar
el pensamiento.
La escuela de la sociedad de la información finalmente se caracteriza por dejar de ser propiedad del profesorado,
por lo que abre sus puertas a las
familias y a la comunidad para que participen realmente en la toma de
decisiones, en los aprendizajes de sus hijos e hijas, dentro y fuera del aula.
Porque como casi todo el mundo sabe, actualmente el niño y la niña aprende no
solo en el aula, sino en todos los ambientes donde haya personas con las que
relacionarse. Muchas experiencias de escuelas están demostrado que el conseguir el éxito de todo el alumnado no
es una utopía sino la nueva escuela del siglo XXI.
6 de
diciembre de 12013
Gines Martínez
Asociación Educación P. Siglo XXI
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