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06 diciembre, 2013

HACIA LA NUEVA ESCUELA DE LA SOCIEDAD DE LA INFORMACIÓN

Es frecuente encontrarse en muchos centros escolares a profesores y profesoras que se quejan de la desmotivación del alumnado, del poco interés por el aprendizaje y de no saber como revertir la situación, lo que lleva en una gran mayoría de ocasiones a culpabilizar del fracaso escolar a alumnado y familias. Quizás este pensamiento no responda tanto a tirar balones fuera, como a que toda la responsabilidad del aprendizaje, cae sobre las espaldas del estudiante y familia. La idea se fundamenta en la concepción constructivista del aprendizaje, al considerar que  es el alumnado el responsable único de sus aprendizajes.

Si esta idea fuera real, la escuela, como ocurre en la actualidad, se encontraría atada de pies y manos e imposibilitada para conseguir el aprendizaje de todo el alumnado.  Si esta idea fuera verdadera la escuela no tendría  la responsabilidad en el éxito y el fracaso del alumnado. La responsabilidad seria exclusivamente del alumno y alumna que no quiere estudiar y de las familias que no se preocupan de los estudios de sus hijos e hijas.  Situación que salvaría a la escuela de tener responsabilidad en los retrasos, repeticiones, en definitiva del fracaso escolar. Quizás, esta concepción muy extendida tanto en la escuela como en las familias sea “la culpable” de que el fracaso escolar se haya convertido en un agujero negro del sistema educativo.

Sin embargo, las investigaciones y la experiencia contrastada demuestran que el contexto en el que se mueve y relaciona el niño y la niña tienen una gran influencia en el aprendizaje. Múltiples investigaciones y experiencias, avaladas por la comunidad científica internacional, han demostrado que el conocimiento no lo construye  en solitario la persona como resultado de sus capacidades, sino que es el resultado de la interacción con los compañeros y compañeras y otras personas con las que se relaciona. Desde esta perspectiva, el aprendizaje supera la clásica relación profesorado- alumnado y amplia su relación, al contexto social y cultural donde vive y se desarrolla el niño y la niña. De esta forma, todas las personas que interactúan con el alumnado: profesorado, familias, amigos, … pasan a formar parte de una red que propiciará situaciones múltiples para el aprendizaje, al compartir experiencias, lecturas, pensamientos,…  a través del diálogo.  Desde esta perspectiva del aprendizaje, las repeticiones, retraso y fracaso dejarán de ser culpa exclusiva del alumnado y familias, abriendo una puerta  a la esperanza, al posibilitar que el alumnado desaventajado pueda siempre, que se creen las condiciones contextuales, lograr superar el déficit que la interacción bidireccional con el profesor no le permitían. Quizás, sea esta una puerta para conseguir la erradicación del fracaso y el éxito de todo el alumnado, sin seguir  responsabilizando del fracaso en exclusiva, ni al alumnado ni a su familia.

Para ello es necesario plantear algunas cuestiones.

Primera cuestión a plantear ¿La enseñanza que se les ofrece al alumnado despierta  su curiosidad e interés o, por el contrario, produce aburrimiento?

Es una evidencia que, tanto las escuelas de primaria como los IES, en su mayoría, responden a concepciones educativas heredadas de la sociedad  industrial, en las que  el profesorado era el elemento clave como fuente de información. En aquella escuela, la función del profesorado era, por otra parte lógica, enseñar transmitiendo los conocimientos desde las tablas de multiplicar hasta las capitales, los accidentes geográficos, los acontecimientos históricos, etc., y el papel del alumnado memorizar y asimilar por repetición dichos conocimientos para después  hacer un examen trasladando al papel lo que ha almacenado en la memoria.  Y ello, a pesar de que la experiencia ha demostrado que aprender para un examen  es algo perecedero ya que una vez realizado rápidamente se olvida  lo  aprendido.

Los exámenes, desde infantil hasta la universidad, se han convertido en una obsesión tanto de familias como de la escuela. Tan es así que normalmente los padres y madres pocas veces preguntan a sus hijos e hijas por lo que han aprendido, sino  por las notas que han obtenido. Dice Gerver[1] , Si preguntamos a los jóvenes cuál es el objetivo de la educación, todos te dicen que es ayudarles a hacer otro examen. Es una manera de motivar un poco extraña, ¿verdad? “Lo que decimos a nuestros jóvenes es « Trabaja duro en la escuela». « ¿Por qué, mamá? » « Pues porque sacarás buenas notas en el examen »« ¿Y si saco buenas notas en el examen, mama? » « Pues que vas aún a hacer más exámenes. »« Y si saco buenas notas en estos exámenes, qué pasará, mamá? »« Pues que tendrás la oportunidad hacer más exámenes. »« Y entonces qué? »« Pues que quizás tendrás la oportunidad de ir a la universidad. »« Y qué pasará en la universidad? »« Pues que te enseñarán a hacer exámenes aún más largos “

¿Qué curiosidad, interés y pasión puede despertar, en la mayoría del alumnado, nacido en la sociedad de la información, el tipo de enseñanza libresca y básicamente memorística? ¿Acaso no resulta totalmente anacrónico, en la sociedad de la información, que un profesor ó profesora siga pretendiendo transmitir a los alumnos y alumnas algo que nos les interesa? La escuela academicista actual, dice Pérez Gómez[2]” aunque en un estadio más elaborado y sofisticado sigue el mismo esquema de la escuela industrial, por ello difícilmente puede responder a las exigencias de un mundo ya no mecanizado por las cadenas de montaje, sino abierto, flexible, cambiante, creativo e incierto. Los niños contemporáneos en su mayoría no fracasan en la escuela por el nivel de dificultad de una exigencia escolar dura, sino por aburrimiento, por ausencia de interés”.

Por tanto, de nada sirve quejarse de la desmotivación del alumnado y de su poco interés por el aprendizaje, mientras la escuela siga aplicando metodologías  desfasadas y que chirrían, por no acoplarse a las necesidades de aprendizaje de los niños y niñas. De nada sirve quejarse de la desmotivación y falta de interés por el aprendizaje, mientras el aprendizaje no tenga una finalidad inmediata para el alumnado. Aprender a leer y a escribir, por ejemplo no puede tener ningún sentido para un niño o niña mientras siga siendo simplemente una tarea escolar. El alumno y alumna necesita encontrar sentido a su aprendizaje. Necesita saber el qué y el para qué escriben y leen o resuelven un problema.  En la medida que los niños y las niñas interioricen que la lectura no es solamente una tarea escolar, sino que descubran que la lectura es una herramienta para recrearse, buscar la información que a ellos les pueda interesar, para descubrir, localizar un servicio, conocer los detalles de una visita que se va a realizar, …se ilusionarán y su motivación aparecerá automáticamente. Ejemplo que se puede trasladar a cualquier actividad educativa.

Una segunda cuestión a plantear:¿ La enseñanza aprendizaje que se desarrolla en las aulas  sigue teniendo una bidireccionalidad o tiene en cuenta el contexto en el que se desarrolla?

He aquí, una de las claves de la un nueva escuela para superar la deficiencia de los aprendizajes en tantos niños y niñas. Una nueva organización del aula, es necesaria, donde se supere la bidireccionalidad alumnado profesorado posibilitando la interacción de todos y todas.  Lo que supone, en primer lugar, organizar el aula en grupos en los que se incluya toda la diversidad, a fin de que las interacciones que se produzcan equilibren los aprendizajes de alumnos y alumnas aventajados y desaventajados al compartir actividades, experiencias, lecturas, pensamientos,…  a través del diálogo y la colaboración. Pero, aunque esta nueva forma de  organización del aula resulte fundamental, no sería suficiente, sería preciso implicar a las familias y otras personas de la comunidad para lograr una máxima interacción que permitiera, que  las distintas actividades que realice el alumnado: actividades extraescolares, deberes, actividades lúdicas, etc., se convirtieran en situaciones de aprendizaje.

La tercera cuestión a plantear: ¿Sería posible convertir las aulas en verdaderos espacios de aprendizaje?

Aquí el papel del profesor y profesora consistiría en desenganchar el aprendizaje de la obsesión de los exámenes que lo único que consiguen  es desvirtuar, lo que tendría que ser el verdadero aprendizaje. No se  puede lograr un aprendizaje con la obsesión que existe actualmente por las notas. Es necesario poner los aprendizajes en el punto de mira y como único objetivo de la escuela. El aprendizaje para aprobar es un aprendizaje efímero y transitorio. El verdadero aprendizaje necesita de tiempo sosegado para preguntar, para compartir, para reflexionar sobre lo que se hace y cómo se hace, para relacionar y comprender, para dialogar, y finalmente internalizarlo. Para ello es necesario convenir el aula en un espacio donde la voz del profesor o profesora deje ser la única y  el niño y la niña recuperen la palabra para cuestionar, expresar sus dudas, compartir con los compañeros y compañeras. El diálogo, no se puede olvidar, es el eje más importante del aprendizaje. Porque como dice Fisher[3] a través del diálogo los niños y las niñas desarrollan la consciencia, aprenden a controlar sus procesos mentales internos y construyen las herramientas conceptuales para pensar. Es el fundamento del desarrollo de la inteligencia social, así como del éxito en los aprendizajes y en la vida

Una cuarta cuestión a plantear: ¿ Cuál debe ser el rol del profesor en esta nueva escuela de la sociedad de la información?

Es evidente que el rol del profesor y profesora ya no puede seguir siendo el de transmitir la información  como se hacía antaño. Desde esta óptica surge una nueva función del profesor y profesora, por una parte la de coordinar todas las interacciones que se produzcan tanto en el aula como fuera de ella. Y por otra parte, la existencia de Internet, fuente inagotable de información, mucho  más amplia y profunda que la que puede transmitir un profesor y profesora, exige un cambio profundo de su rol.  Umberto Eco lo perfila nítidamente en el artículo ¿para qué sirve?[4], a propósito de la pregunta que hace un estudiante a su maestro: “Disculpe, pero en la época de Internet, ¿usted para qué sirve?  … Y continua,  “el estudiante no le estaba diciendo al profesor que ya no lo necesitaba”... “Le estaba diciendo que Internet le dice "casi todo", salvo cómo buscar, filtrar, seleccionar, aceptar o rechazar toda esa información.

Por tanto, el nuevo rol del profesor y profesora en la sociedad de la información, se debe encaminar a enseñar al alumnado a construir conocimiento no a almacenar datos. Se trata de desarrollar aquellas capacidades necesarias, para seleccionar, organizar y utilizar la información que necesitan el alumno y la alumna, para resolver las distintas situaciones que se le plantean. Planteamiento que exige un giro radical, si no se quiere convertir la escuela en una institución fosilizada e inútil.

Quinta cuestión a plantear: ¿ Es posible conseguir que todo el alumnado del  aula desarrolle el máximo de aprendizajes?

El aprendizaje de máximos, no el de mínimos para todos debe ser un objetivo irrenunciable de la escuela de la sociedad de la información.  Nadie tiene culpa de haber nacido en una familia con un nivel económico desfavorecido. Por eso, la escuela de todos y todas no puede hacer dejación, de la única función que tiene,  de enseñar a todo su alumnado, dando más al que más necesita. Sin embargo, hasta ahora no ha sido así. Casi todo el mundo sabe que existe una igualdad en el acceso pero no en el proceso. Y que en ese proceso se quedan por el camino de los retrasos, de las repeticiones y finalmente del fracaso, un buen número de chicos y chicas. Lo que abre una brecha cada vez más grande  entre el alumnado procedente de familias académicas y no académicas. Realidad, que confirman  los resultados del último informe Pisa que acaban de ver la luz. Los alumnos con un nivel socioeconómico favorecido superaron a los alumnos más desfavorecidos en 34 puntos. Esta vergonzante realidad es una pervivencia de la escuela academicista y transmisora de conocimientos, herencia de la sociedad industrial.

Pero, en la escuela de la sociedad de la información, el papel del alumnado ya no es asimilar y acumular datos, sino desarrollar todas sus potencialidades e inteligencias,  a través de aprendizajes cooperativos y dialógicos donde tienen cabida la creatividad, el cuestionamiento, la imaginación, la argumentación, la tarea compartida, los proyectos de investigación, la reflexión y sobre todo espacios para manifestar el pensamiento.

La escuela de la sociedad de la información finalmente se caracteriza por dejar de ser propiedad del profesorado, por lo que  abre  sus puertas a las familias y a la comunidad para que participen realmente en la toma de decisiones, en los aprendizajes de sus hijos e hijas, dentro y fuera del aula. Porque como casi todo el mundo sabe, actualmente el niño y la niña aprende no solo en el aula, sino en todos los ambientes donde haya personas con las que relacionarse. Muchas experiencias de escuelas están  demostrado que el conseguir el éxito de todo el alumnado no es una utopía sino la nueva escuela del siglo XXI.

6 de diciembre de 12013
Gines Martínez
Asociación Educación P. Siglo XXI






[1]Richard Gerver  Crear escuelas que preparen  para el futuro
[2] Ángel Pérez Gómez. Educarse en la era digital. Ediciones Morata, 2012
[3] Fisher Robert. Dialogo Creativo: hablar para pensar en el aula

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